“Desearía que todos
tuvieran cuello y que mis manos estuvieran sobre él”
“En mi vida he
asesinado a 21 seres humanos, he cometido miles de allanamientos,
asaltos, robos, incendios provocados y, por último pero no menos
importante, he cometido sodomía con más de 100 hombres. Ante todas
estas cosas no siento ningún arrepentimiento”
“No tengo ningún
deseo de reformarme. Mi único deseo es reformar a la gente que
quiere reformarme. Y creo que la única manera de conseguirlo es
matándola. Mi lema es: róbale, viólala y mátala”
“Te darás cuenta de
que seguí una idea consecuentemente toda mi vida, cacé a los
débiles, los inofensivos y desprevenidos. Esta lección me la
enseñaron otros: el poder de la razón”
“Odio a toda la
jodida humanidad, disfruto matando”
Carl Panzram se ha
convertido a lo largo de los años en uno de los asesinos en serie
más popular a la vez que inquietante, gracias en parte a su amplio
repertorio de frases célebres. Y quiero concretar lo de las frases,
ya que tanto la literatura como el cine han obviado a un personaje
que merece mayor explotación al igual que la han tenido Ed Gein o
Ted Bundy, ya que apenas una sola película se digna a reflejar -y de
un modo discutible- la figura de Carl Panzram. Antes de comentarla,
un breve repaso a su persona.
Él era un hombre sin
alma, sin escrúpulos, alguien que no le importaba reconocer todo el
odio que alimentaba su ser gracias a una infancia turbulenta que hizo
despertar en él la rabia y la necesidad de causar dolor, en
beneficio del placer. Fue alguien que a medida que se iba desviando
hacia el mal, la gente, sin saberlo, le allanaba el camino para
convertirse en el monstruo que fue, y es que Panzram, con apenas 11
años, ya fue carne de correccional a principios del s. XX,
obteniendo palizas y abusos, y posteriormente para acabar viviendo
vagabundeando tras el rechazo familiar. También sufrió una
violación par parte de un grupo de jóvenes al mismo tiempo que
realizaba delictos que le hacían entrar y salir continuamente de la
cárcel. Con los años maduró y radicalizó su contundencia en los
delictos, robando, dando palizas a la gente, violando y quemando
iglesias producto de su contundente odio a la religión.
A los 16 años entró a
prisión al ser condenado dos años en la prisión de Leavenworth
(Kansas, USA), y fue allí cuando desapareció lo poco humano que
quedaba en él, y que irónicamente resultaría ser la prisión donde
acabaría sus días años más tarde. Al salir se desató la bestia,
y los con mucha más contundencia los delitos seguián mientras
vagabundeaba, dejando un rastro de violaciones, robos y
sodomizaciones.
Con los años viajaría a
Angola, Islas Canarias y a Lisboa, hasta que regresó a los USA en
1922. Y fue en la ciudad de Salem, Massatchussets, donde viola y
asesina a George Henry McMahon, un niño de tan solo 12 años. Pero
aquel niño fue el primero de otros asesinatos a jóvenes, entre
ellos un chico de 15 del cual fue juzgado pero no condenado, y como
era de esperar originó una fuga a Londres que acabó con otro
asesinato a un chico de origen judío que pedía limosna en la calle,
un tipo de asesinato que gustaba mucho a Panzram.
Con los años pasó por
distintas prisiones, entre ellas se encontraba la terrible prisión
de Clinton, en Nueva York, más conocida como Dannemora, donde
sufriría el horror de la tortura hasta 1928. Cuando salió, retomó
su carrera criminal, y fue de nuevo enviado a otra prisión, la de
Washington D.C., donde conocería al hombre que cambiaría su vida.
Él era Herny Lesser, un guardia carcelario novato, hijo de
inmigrantes judíos que poseía una postura renovadora del sistema
carcelario, en contra de la tortura. Curiosamente los dos se hicieron
buenos amigos, y Panzram aceptó escribir para Lesser la historia de
su espeluznante vida.
La confesión de Panzram
resultó ser una fría y feroz crítica al sistema carcelario
americano, al que responsabilizó de crear monstruos como él.
Ante semejante testimonio
tanto crítico como aterrador, increíblemente el mundo del cine solo
ha adaptado una vez a Carl Panzram. Fue en 1996 cuando Olvier Stone
produjo un título llamado El corredor de la muerte (Killer:
A journal of Murder), en que se retrataba de un modo discutible
la figura del mítico asesino. Resulta una película interesante, ya
que tal como el título indica se centra en la relación entre
Panzram y Henry Lesser en el corredor de la muerte, donde se originó
el famoso testimonio y su drama carcelario, el problema es que
resulta cuestionable el hecho que su director Tim Metcalfe haya
suavizado tan notablemente el proceso de explicación de lo que sería
la evolución del hombre hacia la bestia. Y es que Metcalfe, centra
su película en el debate de lo que plantea Panzram en su testimonio,
en si su vida podría haber sido distinta con una política
penitenciaria no punitiva. Por tanto, la parte morbosa queda en un
segundo plano, pero quizás excesivamente para un ser que fue puro
mal y que se le acaba reflejando ligeramente como alguien a escuchar.
Anteriormente el director
ya participó en la película Kalifornia (Dominic Sena, 1993)
como guionista, una película mucho más contundente, una road
movie centrada estrictamente en lo morboso y sin crítica basada
en el libro Killer: A journal of Murder (1970) de James Long y
Thomas E. Gaddis. En ella Brad Pitt demuestra que es uno de los
mejores actores de Hollywood consiguiendo una dura y brillante
actuación como asesino. En El corredor de la muerte es James
Woods quien interpreta a Panzram de un modo muy satisfactorio con una
doble interpretación: la del Panzram carcelario y el Panzram
biográfico, y que le sirvió para ganar el premio a mejor
interpretación en el pasado Festival de Sitges de 1996. Y es que la
película se centra en el testimonio que realiza el asesino a Henry
Lesser, y por tanto el espectador verá un seguido de breves
flashbacks que resultan ser un pálido reflejo de sus
atrocidades.
No es la película
deseada, pero como crítica al sistema penitenciario de la época
resulta convincente. De todos modos lejos queda el necesario -y por
el momento inexistente- reflejo de la carrera delictiva de uno de los
asesinos en serie más salvajes que han existido.
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