Cinematográficamente
hablando, los años 50 son en gran parte sinónimo de ciencia
ficción. Dicho género es el que mejor supo representar el peligro
nuclear de la Guerra Fría a base de monstruos que desataban el caos
al planeta Tierra, y muchos de ellos suscitados a partir de
mutaciones tras el contacto de un ser vivo con residuos radioactivos.
Japón, no lejos de aquella moda, creó infinidad de producciones
culturales basándose en ese temor, pero a diferencia de los
occidentales, plantearon sus producciones agarrándose a
su traumática experiencia con Hiroshima y Nagasaki, ofreciendo
siempre al espectador una reflexión de trasfondo y muestras de
protesta, es decir, una idea pedagógica para conscienciar a las
nuevas generaciones de japoneses. Aunque también, y esto es bien
cierto, Japón siempre asume parte de la culpa de aquél desastre.
Es, por así decirlo, un claro ejemplo de como el dolor tras el
desastre de aquellas bombas nucleares ha calado culturalmente en el
ADN de la sociedad japonesa. Lo exteriorizaron a base de monstruos
como Godzilla, que no es más que una representación metafórica de
la bomba, pero es que incluso hoy en la actualidad esta “cultura
post-atómica” sigue siendo representativa en la industria de
manga, anime, y cinematografía japonesa. Obras tan
representativas como Akira, la durísima Hiroshima, La
tumba de las luciérnagas, y entre tantas mucho más recientes, no solo hablan
de ese dolor, sino también de lo que viene después del desastre,
del post-apocalipsis que diríamos. La “cultura post-atómica” no
solo es dolor, también es miedo, y también 70 años después.
La exposición que se
pudo ver en el Salón del Manga de Barcelona no solo indagó en las
expresiones culturales japonesas sobre las bombas atómicas, también
se fijó en los echos reales ocurridos en Hiroshima y Nagasaki. Lo
hizo a través de imágenes de los sucesos, anécdotas personales de
algunas víctimas, también dando cara a los muertos, el “antes y
después” de las ciudades, y el proceso de explosión y
consecuencias posteriores a la bomba. Una gran exposición, no
tanto por sus dimensiones pero sí por su capacidad de culpir al
público que la pudo “disfrutar”.
Además, el testimonio de
Sadae Kasaoka (superviviente a la explosión de Hiroshima), acompañó
la exposición a través de una conferencia en que ella misma
relataba todo lo que vivió antes y después de la bomba. Para leer
su testimonio tienes que clicar AQUÍ.
A continuación muestro
algunas imágenes de la exposición:
No hay comentarios:
Publicar un comentario